Cuántas veces hemos escuchado que ir al cine y no comer palomitas de
maíz es como si no hubieran ido al cine, para muchos esto es un matrimonio
indisoluble y un gesto que se ha convertido en todo un ritual, pero ¿De dónde
surgió esta costumbre? se puede decir que su origen comenzó en la gran depresión
del 1929 y acabó instalándose definitivamente durante la 2° guerra mundial.
En los años veinte, los cines estaban reservados a las clases adineradas
y aún mantenían un estilo decorativo parecido a una ópera o un teatro, llenos
de lámparas costosas, mullidas alfombras y demás objetos decorativos, por ende los
empresarios no querían que sus salas fuesen manchadas y se procuraba que la
gente entrara sin alimentos.
En 1927 cuando se introdujo el sonido, el cine se abrió a todo tipo de
público, ya no hacía falta saber leer para acudir a ver una película, así que
con el crack del 29 y la gran depresión, el cine constituyó unos de las pocos
entretenimientos para la población norteamericana, y dentro de esta salida de
ocio el único lujo que se podían permitir era un cucurucho de palomitas, que
compraban en los puestos callejeros situados a las entradas de las salas cinematográficas.
Fue en Missouri cuando una mujer con de nombre Julia Braden, convenció
a los dueños del “Linwood Theater” para que le permitieran poner un puesto de
palomitas en el interior de su local, el éxito de su negocio fue tal, que en
1931 ya tenía cuatro puestos en distintos cines, con un beneficio económico de más
de catorce mil dólares de la época ya que el público con poco dinero,
necesitaba saciar su hambre durante las largas sesiones cinematográficas y
además que le fuera barato hacerlo.
Así que cuando los dueños de las salas se percataron de este
floreciente negocio, eliminaron al intermediario vendedor y comenzaron a
gestionar ellos mismos directamente esta actividad y muchas de ellas pudieron
sobrevivir a esta época gracias a la venta de palomitas y otros snacks.
Fue en la II Guerra Mundial cuando ya definitivamente el ir al cine
quedó unido irremediablemente al consumo de palomitas en la sala, ya que la
escasez de azúcar en esta época hizo que los vendedores de caramelos fueran
desapareciendo al ser racionados, y las palomitas, fabricadas con un producto
abundante como era el maíz, ganaron posiciones.
Prueba de esto es que al término de la guerra, más de la mitad de las
palomitas que se consumían en Estados Unidos era en el cine, constituyendo el
85% de sus ganancias.
En la actualidad aparte del sabor tradicional de mantequilla, podemos
disfrutar sabores como queso cheddar, chile-limón y las inigualables de
caramelo.
Así que revisemos la cartelera de estrenos y vayamos al cine a disfrutar
de la película acompañados de una buena ración de palomitas de maíz.
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